jueves, 29 de agosto de 2013


"En Dublín he aprendido mucho más que un idioma; He aprendido a ser fuerte" 


En esta ocasión, empleo mi blog, con fines bien distintos. Mis "entradas" suelen tener un tinte más profesional. Sin embargo, hoy necesito escribir sobre mi experiencia vivida durante un mes en Dublín. Me trajo a esta ciudad europea mi necesidad de perfeccionar mi inglés y he encontrado en el camino muchas más cosas. Era de esperar que conociera a mucha gente, pero lo que nunca imaginé era que iba a compartir comida, café, conversación y paseos con gente de los cinco continentes, de los cuales el 99% no volveré a ver más en vida y del 75% no consigo recordar ni su nombre. Claro que hay casos de todo tipo. De muchos de ellos, no me olvidaré en la vida.
 

Coger el bus todas las mañanas, me trasladaba de nuevo a mi época de estudiante. En realidad, es lo que he sido aquí, estudiante, con todo lo que eso acarrea. Al finalizar la clase, tocaba el "have lunch", y el 'meeting point' era Trinity College. En los jardines de este entrañable lugar me encontraba con cuatro compañeros de mi residencia. Con ellos venían, cada día, nuevos compañeros de clase, rostros que rara vez se repetían. Brasileños, suizos, franceses, italianos, japoneses, españoles, y en los últimos días, también, turcos y coreanos. Sensación extraña la que se sentía. Interesante conocerles pero difícil volverles a ver. La capacidad de hacer amigos en un lugar dónde no conoces a nadie, es infinitamente enorme y a la vez complicadísima. En ciertos momentos era como estar en 'la selva', bajo la expresión 'sálvese quien pueda'. Unos llevan aquí un mes y marchan mañana; otros acaban de llegar pero la casa de la familia en la que se alojan está en el otro extremo de la ciudad, a casi una hora de donde tú te vives; otros vienen a pasar un año y aprovechan su tiempo libre para buscar trabajo; mientras, otros estarán aquí el mismo tiempo que tú, sin embargo, sus hábitos y gustos difieren de los tuyos, por lo que los ves como 'zapato a tu medida'.  No es fácil venir a una ciudad como esta en verano, invadida por teenagers estudiantes. Cuando hay tanta variedad, es difícil dar con lo que buscas. Pero afortunadamente todo el mundo lo encuentra. Y yo no iba a ser menos. Gente como Tommy o Meloeé de Suiza, Olivia de Francia, Marta de Madrid, Andrea y Marco de Italia, Aurora de París, Alberto y Alessandra de Italia, Laura de Bilbao o Jung de Corea son algunos de los que me han acompañado en este camino.

 
Las conversaciones se entremezclan, los planes se comparten, las opiniones se discuten y cada uno con su acento; porque el auténtico inglés lo encuentras en clase, en la boca del profesor, el resto es una mezcla de un inglés puramente internacional. Ni siquiera el irlandés te ofrece un inglés puro. Es muy difícil entender al conductor del autobús cuando le preguntas sobre una dirección, o a la dependienta de la tienda cuando buscas atún en conserva. Pero más difícil es encontrar verdura fresca o restaurantes donde puedas comer medio 'light'. La cocina irlandesa es la auténtica "fast food". Platos como 'fish and chips', o el tan frecuente pollo 'rebozado', te lo encuentras en cualquier parte de la ciudad. Como la música en directo en los populares bares de Temple Bar. Sintiéndolo por los amantes de la Guinness diré que prefiero mi Estrella Levante, aunque conocer la historia de esta importante marca en la 'Guinness StoreHouse' fue más que interesante.


Sentarme sobre las rodillas de Oscar Wilde en Galway o visitar una iglesia protestante y un cementerio irlandés, han sido algunos de los momentos de mi último fin de semana en Irlanda. Un mes en el que he podido recorrer la isla de Este a Oeste y de Norte a Sur. Fascinante la Irlanda rural, las explotaciones ganaderas, las edificaciones tipo 'La casa de la Pradera', en lo más profundo de Burren, al oeste de la isla. Me faltó por visitar Cork, pero me llevo en la mochila interesantes historias como la visita al Museo del Titanic, en la industrial ciudad de Belfast, o el paseo con niebla en los Cliffs of Moher, la puesta de sol en los acantilados de Howth, un pueblo pesquero al este de la ciudad de Dublín.

Pero, sin duda, el mayor experimento en esta selva ha sido  lograr el entendimiento. Expresar lo que sientes en otro idioma no es fácil, como tampoco lo es entender al resto.

Mañana regreso a casa. Me llevo en la mochila tantas cosas. Experiencias, anécdotas, paisajes impresionantes, una agenda cargada de nuevos números de teléfono y un inglés mucho más fluido. Y lo más importante, la fortaleza que desarrollas en los momentos de bajón, porque también los hay. Y quien diga que no los tiene cuando emprende una aventura de este tipo, por breve que sea, miente.






Me propuse exprimir al máximo esta experiencia y así lo he hecho. Dejo la naranja sin jugo, pero no me preocupa porque cuando llegue a casa, afortunadamente tengo muchas más para seguir exprimiendo, eso sí, al lado de la familia, que tanto he echado de menos.




 


 

 




2 comentarios:

  1. Enhorabuena, yo no conozco ni Acapulco; saludos desde México.

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  2. Creo que no se ha publicado mi comentario anterior,intentaré repetirlo,tampoco era muy largo. Comparto todo lo que has dicho,yo creo que Irlanda es la gran desconocida, y sin embargo no sólo los paisajes y ruinas son impresionantes,esque la gente es maravillosa,pocas culturas me han tratado tan bien a mí.
    Te dejo la dirección de un blog su yo empecé cuando me fui a vivir a Irlanda,así puedes finalmente ver cómo escribo
    Www.desde callan con amor.blogspot.con

    Un saludo de tu becaria mayor,la que tanto habla :)

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